UN DÍA CUALQUIERA

Salgo de casa. Son la 7:45 de la mañana y como cada día, un sol de justícia me da los buenos días y me recuerda que hoy ¡volverá a dar candela!
Subo al carro. Llave en contacto y giro en sentido derecho. Motor en marcha. Hilo musical?.Rumba Catalana.
Calle h todo erecto y al cruzar con calle 4, viraje a la izquierda. Calle 4 todo erecto y...cruce con carretera principal.
Izquierda.Derecha. Nadie pasa y me incorporo.
En la principal, un numeroso grupo de haitianos espera en el arcén a que el capataz de las tierras donde bajo condiciones infrahumanas cortan la caña, cumpla con su quehacer matutino y los recoja en el camión en el que, hacinados, llegarán a su infierno particular.
Acompañándolos en la espera, un séquito de perros famélicos se amontona con la esperanza de que alguna alma caritativa les eche algo que comer.
Hoy toca, suculenta ración de cachetazos. Uno de ellos ¡pzzacc! recibe un machetazo en el hocico.Aúlla y se revuelca. Intenta huir, pero el dolor exremo hace sucumbir. Inconsciente, yace moribundo.
Sus compañeros de hazañas, se dispersan. Solitario, sin conocimiento, espera la muerte.
Dejo de ir erecto, para continuar el camino...simplemente recto.
Sigo adelante y debido a la vertiginosa velocidad que imprimo al carro, alcanzo una camioneta. Es una bonita descapotable con letras llamativas que informan de la agencia turística a la que pertenece. Es una más, de las muchas que merodean por la zona paseando a los estimados turistas de l´Illa del Resort.
A grosso modo, diría que son unos quince pasajeros.
El guía, un autóctono con puesto alegre y amigable, les muestra los tesoros del lugar.
Todos ellos, cámara en mano, fotografían sin cesar y se les ve satisfechos. La expresión de sus caras -sonrisas y oes generalizados- demuestra su impresión ante tales maravillas.
No hay duda!. Regresarán a sus lugares de origen, recomendando a sus paisanos el paraíso en que anduvieron.
Cabreado por la lentitud de su paso, procedo al adelantamiento.
La Rumbita Catalana sigue con su cálido abrazo.
Doscientos metros más allá, vislumbro un cartelito que me retorna al mundo real.
Hoy, como cada día, madrugué para cumplir con el postulado que un gran erudito profesó un día: "el trabajo dignifica al hombre".
Hoy más que nunca...me cago en la madre que lo parió!
Faltan apenas treinta metros para llegar al cartel que me despertó.
Piso el freno y, como no, reduzco velocidad. Intermitente a la derecha. Me desvío por un camino todavía sin asfaltar y las irregularidades del terreno hacen zarandear mi carro y por supuesto...a mí.
En la coctelera, hoy hay muchos y variados ingredientes. Sacudirla, es procedimiento necesario para un buen "combinado" final.
Me adentro unos minutos entre campos de caña y bananos y al fin llego a mi destino.
Velocidad cero. Sentido izquierdo a la llave en contacto. Motor parado. Fin del trayecto.

Amigos, sigo siendo jugador novel en esta cancha. Ojos para ver y...reflexiones para ordenar todo aquello que a diario me hace cuestionar mi visión del mundo.